A las 11 horas del día lunes 20 de diciembre de 1954, se realizó la ceremonia de colocación de la Primera Piedra de Llacolén. Este acto estuvo enmarcado dentro de los números oficiales dispuestos para celebrar el primer centenario de la comuna de Coronel, y para tal acontecimiento fueron invitados todos los socios de la naciente institución, autoridades políticas, civiles, como el Intendente de la provincia, Alberto Carrasco, los dirigentes de clubes deportivos patrocinantes y Monseñor Juan Figari, como representantes del clero local.
Para el directorio encargado del proyecto Llacolén, que encabezaba Víctor Tesser, la primera piedra correspondía al símbolo de edificación del Casino de Llacolén y de la Casa de Botes, ambas construcciones estaban de la mano pues se trataba de certificar a toda la comunidad que el proyecto de un club social y deportivo no era un sueño sino una realidad concreta, y al mismo tiempo debían cumplir sus objetivos personales de tener instalaciones adecuadas para la práctica del remo.
La ceremonia partió con el izamiento del pabellón nacional, acompañado por la participación de la Banda Militar del Regimiento Guías, luego un discurso del presidente de la Asociación de Remo de Concepción, señor Víctor Tesser, seguido de Tulio de la Fuente, Regidor por Coronel. Posteriormente los asistentes firmaron un pergamino, correspondiente al acta oficial de la ceremonia. El documento fue introducido en un tubo, y este a su vez, guardado al interior de aquella Primera Piedra simbólica. Más tarde correspondió la bendición de la primera piedra, un discurso del Alcalde de Coronel, Atilio Oneto y un gran cóctel a los invitados.
Una vez concluida la ceremonia de colocación de la Primera Piedra de LLACOLÉN comenzó el proceso de construcción de la Casa de Botes y del Casino. En ese sentido, en el año 1955 las obras de construcción tuvieron una fuerte aceleración, al tiempo que continuó el proceso de compra adelantada de materiales, para asegurar los dineros, lo que muchas veces se hacía con demasiado entusiasmo. Víctor Tesser confidenció que una de las tantas “locuras” cometidas en el contexto de aquellos años en los cuales el corazón dominaba muchas veces la razón… “Teníamos los recursos y sabíamos que debíamos asegurarnos de la inflación, nos pusimos a comprar cosas como locos,y hasta compramos un equipo de audio, que para cuando estuvo terminado el casino ya estaba obsoleto y no nos servía”…
En efecto, por la incontrolable inflación de esos años, los precios de los materiales subían fácilmente al triple de lo que habían sido adquiridos, haciendo evidente la acertada decisión de comprar con anticipación y significando el aumento
inmediato del valor de cada acción. Por este motivo, en mayo de 1955 se lanzó una segunda emisión de acciones, pero esta vez costarían $ 30 mil pesos cada una, pagaderas con el mismo sistema de 10 cuotas, o con un 10% de descuento al comprar al contado. No obstante, a modo de motivación, durante el primer mes de venta, y con plazo inmodificable del día 31 de ese mes se colocaron “Acciones de Preferencia” por un valor de $20 mil pesos.
La venta esta vez se realizaba exclusivamente en las recién instaladas oficinas de Llacolén, dispuesta en Barros Arana Nº 541, piso 3, oficina 33, la misma que era de propiedad de Víctor Tesser, en el edificio del Teatro Cervantes, donde desde hacía algunos años venían realizando todas las reuniones de directorio.
En esta oficina, Norma Ortiz atendía al público interesado, en jornadas de mañana y tarde, mientras en las vitrinas de muchos locales comerciales eran expuestos los planos y la maqueta que hacían promoción del futuro Llacolén. Paralelamente, continuaron con la campaña de estrecho vínculo con la población de trabajadores y con los accionistas.
A los obreros se les ofreció la tradicional fiesta de tijerales, compartiendo un agradable almuerzo y augurando los mejores deseos de buena suerte para el futuro. En cuanto a los accionistas y público en general, el 29 de mayo de 1955, la directiva de Llacolén iniciaba un proceso permanente en el tiempo, por medio del cual disponía de un microbús en la esquina de las calles Freire con Colo Colo, en Concepción, invitando a los socios a conocer de los adelantos del Casino y del Club.
En Llacolén eran recibidos y atendidos por Víctor Tesser y los demás miembros del Directorio, quienes dirigían los recorridos detenidamente por cada una de las etapas de las edificaciones.
Como parte de las curiosidades en la historia de la institución, en la edición de junio de la revista En Viaje, apareció un artículo de extensas 3 páginas titulado “Llancalén: princesa araucana”, en el que al autor relataba con muchos detalles la historia de una joven princesa araucana, hija del toqui Galvarino, que se había enamorado de un soldado español y al mismo tiempo del hijo de un cacique araucano, quienes se enfrentaron a muerte motivo por el cual la joven se habría suicidado en las aguas de la Laguna Chica.
En uno de los párrafos de dicho artículo, señalaba textual: “A orillas de la Laguna Chica, en un punto en que por efectos del sol y del reparo prestados por árboles, el agua era más tibia y agradable, lugar llamado ‘Llacolén’ (llaco, agua tibia; Lemu, bosque)”.
Algún tiempo después, aparecería un escultor penquista, Fidel Méndez, quien era conocido por ser autor del escudo de la Independencia que se había instalado en la Plaza de Armas de Concepción, como también de una escultura del piloto Luis Acevedo. Méndez traía una obra de regalo. Se trataba de una indiecita esculpida en yeso y que traía una placa que decía “La Araucana Llancalén”. Era una pieza de 1,50 mts. de alto y el Directorio pensó en exhibirla para el día de la inauguración del Casino. Pero no todo eran curiosidades o fortunas... A las 20:30 hrs. del 11 de junio de 1955 un tramo de 15 metros del, por entonces, único puente carretero que unía a Concepción y San Pedro, sufrió un corte al hundirse su débil estructura de madera producto del paso de un camión.
Esto originó un atraso considerable en la construcción de las obras de Llacolén, hasta que la administración del entonces alcalde titular de Concepción, Mario Sáez Lagos consiguió la aprobación de $30 millones de pesos de parte del Ministerio de Obras Públicas para reemplazar las antiguas vigas de madera del citado puente por estructuras de Acero, que por entonces comenzaba a fabricar la Compañía de Acero del Pacífico, CAP.
INAUGURACIÓN OFICIAL CASINO "LLACOLEN"
En octubre de 1955 comenzaron los preparativos para la inauguración oficial del Casino Llacolén. Pero antes de abrirlo al público, siguieron consejos y decidieron viajar a Santiago a conocer cómo se manejaban allí. Para dicha misión se formó una comisión, integrada por quienes tuvieran parientes en la capital, de manera de evitar el pago de hospedajes.
Hugo Seeger Lüer cuenta que “En Santiago, todos los clubes nos manifestaron la necesidad de pasar la administración del Casino a Concesionarios y al mismo tiempo todos nos advirtieron de todos los problemas con los concesionarios pasaban por las cartas. Nos recomendaron que los concesionarios trabajaran con dos o tres tipos de menús solamente, para que así tuviesen más control de sus propios costos y hubiese más orden… con esas dos reglas nos devolvimos a Llacolén y llamamos a concurso para concesionarios”.
De esta forma, lo primero fue la inauguración de la definitiva Casa de Botes, la que se realizó en domingo 9 de octubre de 1955.
En tanto, el 29 del mismo mes se dió terminó a la puesta en venta del segundo lote de acciones que esta vez
estuvo en venta a $30 mil pesos cada una. El proceso de desarrollo avanzaba a gran velocidad. Por medios de comunicación y correspondencia se les comunicó a los accionistas que Llacolén se encontraba confeccionando tarjetas identificatorias para cada uno de los socios, y familiares, de modo que para el 1° de diciembre de 1956, comenzarían a exigirse a quienes quisieran ingresar al recinto.
La decisión era tomada como uno de los compromisos adquiridos al iniciar el proceso de venta de acciones, cuando se aseguraba que hasta no estar construidos casino y Casa de Botes el acceso sería libre, pero después de estas realizaciones ya solo podrían entrar los accionistas o socios.
De esta forma, para las 11 horas del domingo 30 de diciembre de 1956 fue organizada la inauguración oficial del Casino Llacolén, que desde ese momento sería centro de todas las actividades que antes la institución realizaba en otros sitios, como la fiesta de las colonias, elecciones de reina, Fiestas Patrias y Año Nuevo.
Para celebrar, durante la noche de año nuevo en 1957 una agrupación de jóvenes elementos de la agrupación del Teatro de Universidad de Concepción (TUC), entre quienes estaban, Tennyson Ferrada, Ramón Romero y Enrique Inostroza, pusieron en escena en una de las pistas del casino la obra “Llacolén”.
Desde lo alto del Casino se instalaron dos focos grandes que iluminaron el exterior y dieron escenografía natural a la representación, aplaudida con reconocimiento por todos los socios e invitados. Pero no sólo eso, durante la noche un grupo de exhibición de ski acuático se presentó con antorchas que dieron colorido y un ambiente muy agradable y espectacular a los festejos, al tiempo que se ofrecían paseos nocturnos por la Laguna para quienes quisieran hacerlo.
De esta forma, para el verano de 1956 a 1957 Llacolén contaba con las 5 Casas de Botes y el Casino. Disponía del terreno para paseo de los socios y sus familiares,
una extensa playa, libre de totora y apta para bañarse, estaban terminados los muelles, de los cuales se formaba una piscina con dimensiones olímpicas, en la parte profunda, y otra piscina más próxima a la orilla, destinada a los niños.
RUMBO A LA SOCIEDAD ANONIMA
Para 1957, el Directorio continuaba bajo la presidencia de Víctor Tesser, la secretaría era asumida por don Renato Vivaldi Laura y los cargos directivos quedaban a cargo de Enrique Barrera, Mario Lanata, Carlos Kirschtein y Gaspar Heredia.
Como había sido previsto, de momento de haber cerrado el recinto y haber inaugurado tanto el Casino como las Casas de Botes, fue dispuesta la la contratación de personal para cuidar los prados y escasos jardines, vigilar, hacerse cargo de los trabajos de carpintería y mantención, administración y portería.
Llacolén ya no sólo era un sueño que estaba siendo realidad entre sus ejecutores, sino que
ahora comenzaba un proceso en que además se transformaba en fuente de trabajo para muchas personas. A todos quienes llegaban a formar parte del desarrollo de esta institución se les hacía partícipe del espíritu de hermandad y consideración humana sin prejuicios, concepto que se mantuvo desde los inicios hasta nuestros
días.
Cada año se hizo tradicional la celebración de actividades en conjunto con todo el personal administrativo y auxiliar de la institución.
No obstante, como había sido anunciado, desde el primer semestre de 1957 fue hecho efectivo el cobro de cuotas sociales, las cuales eran semestrales, aunque a fines del año anterior se había solicitado una cuota extraordinaria de $1000 pesos, pero explicando claramente, incluso por medios de comunicación, que se trataba de reunir dineros para completar el amoblado del Casino que se inauguraba.
Al mismo tiempo durante el verano ya se cobraba entrada a las personas que deseaban ingresar al balneario o al Casino. Existían tarifas diferenciadas para los accionistas y sus familiares o acompañantes, como también para personas no accionistas que desearan visitar las instalaciones.
Al mismo tiempo, Llacolén disponía de servicios higiénicos y casetas múltiples para vestuario, al tiempo que se arrendaban lanchas, botes y daban hospedajes a diferentes delegaciones.
Entre 1957, los Directores comenzaron a turnarse una semana cada uno para hacerse cargo y responsable de cualquier situación que ocurriese dentro del recinto, por el que daban cuenta a través de un informe semanal al Directorio.
En ese período el directorio comienza a recibir espontáneas solicitudes de permisos de accionistas para construir, como fue el caso del señor Guillermo O’Reilly, quien en 1958 pidió autorización para construir boxes para botes y lanchas, a costo de él mismo, pero con apoyo de Llacolén, situación que fue aceptada. Lo propio ocurriría con algunos accionistas del Italiano que pidieron permiso para construir una cancha de bochas.
La institución toma realidad concreta el 22 de agosto de 1958, cuando de acuerdo al Decreto Supremo N° 251, son autorizados los estatutos y se oficializa legalmente “CAMPOS DEPORTIVOS LLACOLÉN S.A.”, con un capital inicial declarado de $80 millones de pesos, divididos en 5100 acciones.
El primer directorio de la Sociedad Anónima fue conformado por:
A partir de este minuto fueron entregados los títulos definitivos correspondientes a los accionistas de Llacolén, y fue nombrado Gerente de la
institución el entonces Secretario, don Renato Vivaldi, con lo cual llevaría por algunos meses la doble función de director-gerente.