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QUIENES SOMOS

Al ritmo de las paladas de los bogadores de los años cincuenta se escribieron las primeras líneas de la historia de Llacolén, en 1951, se conformó la Asociación de Remo de Concepción, con la concurrencia de tres instituciones deportivas: el Club Atlético Italiano, el Deportivo Español y el Club Gimnástico Alemán. Conformaron su primer directorio los señores: Víctor Tesser, presidente: Pedro González Asuar, vicepresidente; Ezio Anconetani, tesorero; George Peter, secretario; Miguel Torregrosa y Francisco Esquerré, directores, y Mario Lanata, capitán general. Con tres embarcaciones menores y en un espacio de terreno prestado en el que instalaron una casa de botes provisoria, iniciaron su actividad.

Desde entonces la Laguna Chica de San Pedro empezó a llenarse con el vigor y el entusiasmo de este deporte desplegados por el grupo juvenil. Tras poco tiempo de boga en este sitio los expertos de otras ciudades comenzaron a elogiar sus condiciones de excelente pista para este deporte debido a sus aguas calmadas y sin corrientes. Estos reconocimientos, sumados al ímpetu de los jóvenes remeros penquistas, fueron impulsando el crecimiento de esta actividad en Concepción. Los recursos para desarrollarla provenían de la cooperación de algunos particulares y de actividades desarrolladas con este fin por la Asociación.

Como parte de este crecimiento, a fines de 1952 los clubes de colonias compraron un terreno de 60 metros de frente por 80 metros de fondo para instalar una casa de botes definitiva. A ello siguió su elección como sede del VIII Campeonato Nacional de Remo, desarrollado en febrero de 1953, que dio un nuevo impulso a la actividad: fueron construidas en el sitio tribunas con capacidad para cinco mil personas, y debieron prepararse para recibir a los equipos de Arica, Iquique, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Constitución, Talcahuano, Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Punta Arenas.

Debido al éxito de este campeonato, al creciente interés de los jóvenes penquistas por el remo, y buscando además la forma de crear una asociación poderosa debido a esto último, el directorio en ese mismo año decidió crear un balneario en la Laguna Chica de San Pedro. La idea era soñada, pero respondía a las necesidades de la ciudad en cuanto a lugares de esparcimiento. Con el fin de lograr este propósito la Asociación formó una sociedad anónima llamada Campos Deportivos Llacolén y adquirió los sitios contiguos al terreno original. Un afiche que promovía la compra de acciones promocionaba el proyecto que contaría con salón de té, bar, restaurante, billares, comedores, biblioteca, terrazas de asoleo, pileta infantil, jardines, bosques y cabañas de veraneo. Esto, además de la práctica de deportes como el remo de regata y de paseo, natación, yachting, tenis, esquí acuático, botes a motor, badminton, básquetbol, vóleibol y ping pong. Paralelamente fue encargado al arquitecto Edmundo Buddemberg el proyecto para un casino, el cual debió más tarde sufrir algunas transformaciones, debido a la fuerza con que prendió la idea en la comunidad penquista. Se diseño, al mismo tiempo, una nueva casa de botes con amplios hangares para guardar el material, embarcaderos, taller para reparación de embarcaciones, pabellones para alojamiento de delegaciones y para concentrar equipos locales, gimnasio y pileta de remo techados. 

De acuerdo con la idea original, el directorio se conformaba con lograr reunir quinientos socios, pero a quince días del inicio de la venta de acciones ya tenían alrededor de mil. Una segunda emisión duplicó esa última cifra y fue en ese momento que el pensamiento visionario de los directores les hizo ir una vez más en la dirección correcta: éste era un gran proyecto, un sueño que tendría como fruto una institución destinada a permanecer y por lo tanto debía contar con un gran espacio físico.

Se adquirió entonces un nuevo terreno muy bien ubicado en el borde de la laguna y con acceso directo desde el camino Concepción-Coronel. En él se levantó una nueva casa de botes con capacidad para  35 embarcaciones y se construyeron 2 muelles  de 25 metros de largo cada uno. Además debieron modificarse los planos originales del casino considerando espacios más amplios y posibilidades de crecimiento del edificio. Al mismo tiempo se idearon, con la asesoría de un paisajista, los primeros trazados de los jardines y  se pensó en la necesidad de contar con canchas de tenis, básquetbol y fútbol. Todo esto se proyectó durante 1954, sin embargo su concreción debió atrasarse un par de años debido a la remodelación del Puente Viejo sobre el río Biobío.

“Llacolén” fue desde el principio el nombre elegido para este lugar situado en la histórica frontera entre españoles y araucanos. El mapudungo “ llaco” es “agua tibia” y “lemu”; características del sitio de aguas suaves acariciadas por el sol en que se ahogara Llancalén, princesa india, según lo cuenta la leyenda mapuche. Sus principios originales, como su nombre, aún hoy se mantienen: debía ser una institución democrática, ajena a religión o política, de carácter simplemente social y deportivo. Debido a ello cualquier persona de honorabilidad intachable está invitada a formar parte de ella, con la sola condición de haber adquirido una o más acciones.

Llacolén y los clubes de remo fueron creciendo de la mano. El primer entrenador de los bogadores, un argentino llamado Higinio Sevilla, tuvo gran importancia en el desarrollo de Llacolén: de su cargo original pasó a ser el administrador de la institución, cuya huella no sólo quedó en el taller de carpintería, en los jardines y en muchos rincones en los cuales puso su creatividad y empeño, sino en el pensamiento agradecido de quienes hoy trabajan en el lugar y de aquellos que vieron el entusiasmo de su labor.

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