En cuanto al desarrollo institucional, este seguía con viento en popa. Una reunión de directorio sirvió para concluir en la elaboración de una planificación, en la cual, se establecían los espacios para áreas verdes y la visión respecto de lo que debería poseer el club en el futuro.
Paulatinamente comienzan a recibir solicitudes de tarifas para acceder a las instalaciones del Club con la finalidad de desarrollar ahí cursos de natación, como fue el caso de la Universidad de Concepción, la Asociación Cristiana de Jóvenes, o el Club Deportivo Huachipato, entre otros. Otras organizaciones externas, como el Club Deportivo y Social de la caja Bancaria, clubes de Hockey, y varias más recurrían al arriendo de los salones que poseía Llacolén.
Pero todo eso no era suficiente. El interés de los socios y accionistas sólo se manifestaba durante la época veraniega, cuando el balneario se repletaba de gente, pero el Club debía sobrevivir los restantes meses y lo hacía sólo de ahorros y de la creatividad de sus dirigentes, lo que repercutía en la imposibilidad de invertir en infraestructura y cumplir así con los reclamos de socios que ya comenzaban a solicitar nuevas instalaciones.
Mario Lanata Fenoglio, dirigente por esa época, relata que “Para poder solventar el Club, debimos aceptar la inscripción de socios que no poseían acciones, creando la Categoría de “Socio B”. No teníamos acciones en venta, y necesitábamos los dineros, incluso aceptando que hijos de accionistas tuviesen el privilegio de, cumplidos los 18 años acceder a la condición de socio titular”.
En ese mismo sentido, se recuerda que a comienzos de 1960 llegó una carta del Comandante del Regimiento Guías, Sr. José Moreira, quien era accionista y socio de Llacolén, solicitaba la posibilidad de otorgarles la calidad de socios no accionistas a un grupo de oficiales de su unidad militar, a lo cual, el directorio de Llacolén accedió, a condición de que efectuaran 3 presentaciones de equitación al año, realizaran cursos ecuestres y se comprometieran a proporcionar los elementos necesarios para las prácticas de dichos compromisos. En 1962 ingresó como director don Hugo Seeger Lüer. Él relata que por ese año la situación continuaba difícil. “Como no había mucho construido, los socios no pagaban cuotas y entonces el problema era que no teníamos dinero para mantener el club... Tuvimos que pedir un préstamo de $800 mil pesos de la época en el Banco Concepción, donde yo trabajaba y conocía al gerente. Renato Vivaldi, gerente de Llacolén, sirvió de aval. Era una cifra muy importante, y lo cierto es que yo no podía ni dormir, me daba miedo llegar a trabajar al banco porque me asustaba que fuésemos a salir para atrás con el asunto....
... Con ese préstamo construimos las antiguas oficinas, una vereda de acceso, y una pequeña entrada para la institución, habilitamos el segundo piso del casino para Tenis de Mesa y Juegos de Salón. Felizmente todo dio resultado y sirvió para que los socios se dieran cuenta que las cosas marchaban bien, con lo cual, comenzaron a pagar sus cuotas sociales”.
En el marco del repunte del Club, el “Pibe” Sevilla inició un autoaprendizaje en materia de desarrollo y cuidado de jardines y áreas verdes, con lo que Llacolén además, comenzaba a presentar un rostro más agradable a los socios y tomaba una conjunción de colores que lo hacían más hermoso. Sevilla creó un vivero de flores y plantas donde experimentaba, aprendía y al mismo tiempo compartía sus descubrimientos y enseñanzas con los trabajadores de la institución, como lo reconoce Eliseo Maldonado, generando los elementos con los cuales proveían constantemente al Club de este importante recurso natural y estético.
“El ‘Pibe’ incluso aprendió a diseñar y construir casas, como un verdadero arquitecto” según recuerda Torregrosa...
No obstante, en la primera parte de la década de los ’60 el desarrollo de Llacolén sufrió una desaceleración, fundamentalmente a causa de la preocupación de los dirigentes por una evidente baja en el interés de la ciudadanía por el remo.
De todas formas, entre lo destacable está la creación de torneos interescolares, para los cuales eran convocados escuelas y colegios de Concepción, de los cuales surgieron muchos deportistas destacados y sumaron algunos socios para el Club. Llacolén gozó de un golpe de fortuna, cuando en febrero de 1962 la Cámara de la Producción y del Comercio de Concepción organizó la Primera Exposición Industrial del Sur, y para ella solicitó al directorio de Llacolén precio de arriendo por todo su terreno e instalaciones. Dicho evento fue reconocido nacionalmente por exposiciones como una taza gigante de la empresa Fanaloza, o una Torre Eifel creada por una Maestranza de Concepción.
En el recuerdo de todos los asistentes quedó grabada además la presentación del musical “La Pérgola de las Flores”, de Francisco Flores del Campo, con su elenco original, compuesto por Pedro Messone, Ana González “La Desideria”, Silvia Piñeiro y Emilio Gaete, entre otros...
El problema de la viabilidad financiera del Club continuaba preocupando, viéndose obligados a, por un lado contratar un equipo de personas que se dedicaron a la cobranza de las cuotas de socios, en quienes se daba una gran morosidad y, paralelamente, estudiaban cuidadosamente casos para los cuales sólo servía la condonación de aquellos débitos. Hugo Seeger relata, “La solución de fondo la encontramos dándonos cuenta de que construyendo llamábamos la atención de los accionistas, y así podíamos invitarlos a pagar cuotas de socio. Por eso nos propusimos concretar una edificación. La elegida fue un Gimnasio”.
“Por esos años existía un alcalde en Coronel, comuna de la cual dependíamos como parte de San Pedro, aunque dependiendo de los tiempos políticos, en realidad solíamos recibir la visita de autoridades de Concepción también. Ese señor nos dejó gratos recuerdos, fue quien plantó la arboleda que hoy aún existe en la calle Luis Acevedo. Este señor nos cobró los derechos de construcción del club, pero donó los dineros para reinvertirlos, lo que en la práctica era un regalo. De esta forma nos dimos al levantamiento del primer Gimnasio de Llacolén”. Ese gimnasio contaba con una Pileta para el remo, que era de las únicas en todo el país, consistente en una piscina en la cual los remeros podían practicar bajo techo, y en condiciones muy parecidas a las reales, disponiendo de un área equivalente a la mitad de una cancha de básquetbol, dedicada a los socios de Llacolén, para la preparación física y la gimnasia.
Desde esta construcción, los socios comenzaron a pagar sus cuotas, cambiando la perspectiva de lo que sería la institución, definiendo al mismo tiempo un camino de desarrollo permanente, pero racionalizado de manera de ir brindando satisfacción a los socios, pero resguardando al mismo tiempo las finanzas de Llacolén.
En el proceso de construcción, el directorio de Llacolén continuó con la tradicional puesta en juego de creatividad y esfuerzo. Manuel Lagos Espinoza, dirigente de Llacolén entre 1966 y 1976, relata: “Producto del terremoto de 1960, una serie de casas muy antiguas que ocupaban una manzana de Concepción, en la esquina de las calles Víctor Lamas con Prat quedaron muy deterioradas... Años posteriores hubo que demolerlas… En tanto, en el verano, a fines de 1969, en el club trajimos unos capachos de Lota Schwager para limpiar el inicio de la Laguna de una serie de vegetales y fango… Se trataba de profundizar esa parte de la Laguna preparándola para el campeonato sudamericano de 1970. Como todo esa tierra era muy valiosa como abono para plantaciones, el alcalde de Concepción de la época se contactó con el directorio de la Institución y propuso hacer un canje trayendo escombros para rellenar las futuras canchas de tenis y fútbol, y así se hizo… la tierra de Llacolén terminó en los prados del Parque Ecuador…”.
LA DEFENSA DE LLACOLEN Y EL DESARROLLO INSTITUCIONAL
En 1969 Alejandro Duque, corredor de propiedades, ofreció a Llacolén la posibilidad de comprar y tomar posesión de lo que sería un largo proceso de recuperación de un predio de aproximadamente 16 hectáreas, vecinas a la Laguna Chica (hoy en día “Cerros de Llacolén”), el cual no llegaría a buen fin hasta el año 1976, cuando definitivamente lograron concretar la firma de las escrituras legales que les otorgaban los derechos sobre esa propiedad.
La situación social y política del país les tocó muy de cerca, desde inicios de 1969. Debieron pagar hasta tres veces el valor de la propiedad, soportando una y otra vez la llegada de familias que se sentían con el derecho de instalar sus viviendas en un terreno que parecía deshabitado, lo que se había hecho una costumbre por esos años.
A cambio de retirarse, el directorio de Llacolén debió abrirles libretas de ahorro para la vivienda a dichas familias, pagando las primeras cuotas inclusive, paralograr de la Corporación de Mejoramiento Urbano “Cormu” la entrega de los títulos de propiedad del terreno en cuestión a Campos Deportivos Llacolén.
En esa época, todos los sitios desocupados corrían riesgos, poniendo en alerta a los dirigentes de entonces del Club. Hubo semanas y meses en que los dirigentes pasaban días y noches en Llacolén para no dar espacio a que grupos que se encontraban afuera pudiesen entrar y tomarse el predio de la institución. Curiosamente, de entre algunos de aquellos individuos varios practicaban deporte en el Club, de modo que solían pasar los datos acerca del día en que los grupos organizados planeaban entrar...
En esos días, algunas autoridades comunales apoyaban alguna de estas posibles tomas de tierras, por cuanto los rumores de ese entonces decían relación con instalar una escuela politécnica en Llacolén, aprovechando todo lo que estaba construido y el gran terreno. La campaña de defensa era incansable, fueron conseguidos adicionalmente escombros de las ruinas del Teatro de la Universidad de Concepción y del antiguo edificio del Colegio Alemán.
Trasladándose en camiones se apiló en lo que definitivamente sería la cancha de fútbol, las de tenis, pero en realidad más que para construir, lo que se buscaba era hacer ver a cualquiera que estuviese intentando tomarse ese sitio, que allí se edificaría algo.
Terminado los tiempos de las tomas de terreno, ese sector fue emparejado y construida definitivamente la cancha de fútbol y las canchas de tenis. La institución comenzó un plan para reforestar y hermosear el terreno. Higinio Sevilla propició la plantación de recursos autóctonos y si se trataba de pinos, recomendó el sembrado de abetos canadienses, que eran muy grandes y resistentes aunque tardaban más tiempo en crecer. Estos bosques, que rodean los cerros, se transformarían con los años en cuidado extra, al arreciar sobre ellos innumerables incendios, casi todos intencionales,provocados por “antisociales” que se internaban en los terrenos.
En los mismos años ‘70, la “Cormu” ofreció a Llacolén un terreno frente a la Laguna, que antiguamente había sido vendido por el propio club.
Como era de suponer, el directorio del Club desechó la posibilidad por considerar ya que no necesitaría ese sitio. Entonces la ‘Cormu’ ofreció las tierras a los trabajadores de la institución. Estos, solicitaron a los dirigentes de Llacolén un apoyo financiero para adquirir el lote y construir allí sus viviendas. La institución aceptó la solicitud, y es así como algunos de sus trabajadores viven cerca del Club.
En cuanto a las obras, en noviembre de 1972, se determinó la construcción de una “cancha múltiple”, levantada en baldosas con la intención de ofrecer instalaciones a los socios donde pudiesen practicar los deportes que quisieran.
Al año siguiente, en octubre de 1973 el directorio de Llacolén tomaba la decisión de encargar la construcción de un cerco exterior del recinto, por el lado de la entrada al balneario, la ampliación de los servicios higiénicos y el comienzo de la obra gruesa de la Fuente de Soda, en la cual se vendían helados y refrescos a los veraneantes. Entre enero y junio de 1974, a las clases de natación existentes Llacolén pusó énfasis en las lecciones de gimnasia y actividades recreativas.
El cambio de rumbo definitivo hacia una institución proveedora de multiples actividades deportivas y sociales, motivó al directorio a tomar la decisión de encomendar, a una comisión, visitar una serie de clubes en Santiago, a modo de conocer su organización, administración y constitución, entendiendo cuál sería la más apropiada para Llacolén.
De esta forma se llegó a la conclusión de que un club deportivo requería de una administración muy distinta de la que ellos pensaban y tenían, por cuanto debía ser específica y dedicada, independiente de las cuestiones domésticas.
Paulatinamente conforman primero una Comisión Administrativa, entre 1974 a 1979, y llegan al 15 de octubre de 1981, constituyendo definitivamente la “Corporación Campos Deportivos Llacolén”, a la cual fueron traspasados en comodato el total de los terrenos y bienes de dominio de la Sociedad Anónima, exceptuando las Casas de Botes que fueron entregadas, en comodato también, a cada uno de los 3
clubes de remo. En marzo del ’78 el directorio acordó dar prioridad a la ampliación del gimnasio, canchas de tenis y muelles.
Según recuerda Nelson Fonseca Gatica, profesor, “El 1° de agosto del ‘78 se estaba retirando una profesora de actividades físicas para damas, y un amigo me comentó de un aviso aparecido en el diario, en el cual se llamaba a profesores de Educación Física a postular a Llacolén… de esta forma iniciamos una de las clases más antigua del club que es la de acondicionamiento físico, desarrollada religiosamente
todos los días”.
Hacia un par de años atrás la institución había iniciado los programas y cursos deportivos para los socios. Por aquellos años la única actividad realizada con profesor era Gimnasia Damas, efectuada durante todo el año, a diferencia de la Natación que sólo se hacía en verano.
En ese mismo año, el Servicio Nacional de Obras Sanitarias, SENDOS, determina expropiar sin consulta ni oportunidad de oposición, una franja de terreno en el cual instalarían los estanques que proveerían de agua potable a toda la localidad de San Pedro.
El directorio de Llacolén no tuvo más remedio que aceptar la situación, dejando constancia del rechazo a tal medida, permitiendo instalar un acceso bajo el control de Llacolén.
Desde mediados de los años ’80, Llacolén fue invitada a participar de la exposición del Club de Jardines de Concepción, donde repetidamente ganaron premios y reconocimiento por la hermosa variedad y calidad de las flores existentes en el club. Todos estos méritos son frutos del cuidado de sus trabajadores, el esmero de los dirigentes por mantener esta bella tradición y la memoria de Higinio Sevilla.
En aquella década se produce un repunte de las construcciones. Hasta esa fecha existía un balneario, el Casino y el gimnasio antiguo, pero con escasas instalaciones deportivas. En el exterior existían prados, una cancha de fútbol y una cancha múltiple. Ricardo Tamm relata que “Poco antes de los años ’80 creamos el deporte de la educación física para los socios, debiendo construir camarines, pequeños, pero efectivos camarines, ofreciendo más servicios, para invitarlos a participar en actividades físicas… Finalmente terminamos de construir varias canchas de tenis, con buen drenaje y buenos materiales de construcción. Las canchas las iluminamos y también fabricamos un molino de ladrillos para su mantención ”.... “Con el Pibe Sevilla planificamos y comenzamos a construir esas canchas y como ocurría en la mayor parte de las ocasiones, usando ‘tecnología’ propia”. En esos años se amplió el Casino, construyendo salas de estar y acotando su infraestructura, respecto del proyecto original.
COMITE DE DISCIPLINA
Desde principios de 1984 es creada la “Comisión de Disciplina”, en conjunto con un reglamento interno para resolver problemas entre los socios y/o sus familiares, con la finalidad de resguardar un ordenamiento y la armonía interna, con espíritu, educativo, constructivo y correctivo.
Esta comisión estaría desde entonces integrada por 4 miembros, tres permanentes y un suplente, tomando en consideración cada caso, de oficio o por denuncia, emitiendo un informe al directorio para que este último tomase la decisión respectiva.
En sus años conoció de asuntos como el de unos niños que jugando a quemar lagartijas con fuego, terminaron incendiando un sector del cerro. También se recuerda el caso de expulsión de un socio por haber agredido físicamente a un árbitro de fútbol.